En el matrimonio hicimos fiesta
con música alegre y sabrosa
que hasta bailaron en la mesa
los dos noviecitos de la torta.
Una botellita de exhibición
que tenía como diez años
se la tomaron con el ron
a pesar de haberles dado su regaño.
Las galletas que ayer tarde compré
y para la escuela las había guardado
se las comieron en un dos por tres
como si fueran dulces pasapalos.
Y la carne de la quincena
que guardaba en el refrigerador
le dieron mandíbula de la buena
después de montarla al asador.
Una taza que habíamos comprado
para usarla como ensaladera
hecha pedazos la encontramos
justo al pie de la escalera.
El vidrio de la mesa de noche
donde a veces hago mis escritos
La golpearon fuerte por el tope
Y dejaron el vidrio vuelto añicos.
La toalla que estaba en el colgadero
también sufrió sus ajetreos,
la tuve que lanzar al basurero
Para que se la lleve el camión del aseo.
Hasta unos discos compactos
Que tenía sin estrenar
También desaparecieron en el acto
De una manera extraña y especial.
Por eso preferí firmar un armisticio
Con cada una de esas personas,
De verdad que valió el sacrificio
Para poder casar a mi hermana solterona.