Sin que se diera cuenta
bajo la luna dormida
en un cielo acariciado
ha llegado la muerte
sin que nadie la haya invitado.
Sin decir nada de nada
rondó el cuerpo dormido
teniendo como motivo
único pasaje al infinito
dejando una estela de gritos.
En el segundo preciso
nunca antes ni después
sin una decisión al revés
el último suspiro llegó
iniciando la rigidez.
La luna así penetró
en el reflejo de la ventana
solo con paciencia humana
anclada en la cabecera
ella iluminó a la huesuda viajera.
Todo se desbarató
nadie lo presentía
con una penosa agonía
y estertores muy potentes
fue su viaje sin ninguna porfía.
Era un lucimiento
sin una gota atrevida
el cuchillo precisaba
el robusto gaznate
de la vaca que moría.