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Siempre acostumbrado a verme entre la neblina de su minutero en servicio, animales obscuros giran alrededor de esa memoria casera con salto y acrobacia, al menos lo sé en su largo descenso a media luz y mariposas negras. Al menos lo sé en su enunciado a contra gravedad para darme el tiempo con su desquiciado sofisma. Todo ocurre en la sombra al tocar la pared. Al norte ocupa toda mi ausencia, al norte hay un monumento en deterioro en medio de la plaza de la sala, la cabeza malgastada en la contra esquina, la caricatura en la bandera circular que ondea como rayo que no asusta, aquí estoy en esa ausencia de mar, lento, tardío, y paciente, rompiendo los huesos al llegar a los acantilados de mis dedos, el rincón exacto donde se golpean los murciélagos ante la primera claridad, porque sé que no cambian de sitio, en esta noche que no cierra en su gran pasaporte de ser una mosca ciega, hoy que ronda como una luciérnaga en mi puño.
[la sombra se tuerce en mi lápiz de la cintura para abajo, aquí libero a la palabra de su negro yacimiento agobiado, libero a las aves negras del forestal de mi vientre, desde el abeto y la crianza entre páramo y páramo y poco de ornato a pesar de su sombra frontal edificada sobre el parpadeo de la luz con la mano]
Bernardo Cortes Vicencio
Papantla, Ver, México
05:4517102019