Sal de mi vida,
dijiste a tu enemigo,
sencillamente.
Y te dejó,
cansada y en silencio,
marchando lejos.
Ven a mi lado,
gritaste en un suspiro,
y llegó el sol.
Horas después,
hiciste un crucigrama,
a la primera.
Y sonreíste,
como una principianta,
con su inocencia.
En un cuaderno
también depositaste
tus sentimientos.
Sal de tu encierro,
descubre bien el mundo,
vive la vida.
Rompe los lazos,
las sogas y cadenas
que te lo impiden.
Y si tú quieres,
embárcate conmigo,
para soñar.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/09/19