Sin rebuscada melosidad
ni sintácticos aspavientos,
he de afirmar
mi predilección,
por esos trazos sensuales
que tienen tus palabras,
cuando,
emitidas desde la boca,
por cierto hermosa,
se proyectan
en aros concéntricos
que surcan el aire,
y vienen a depositarse
en mis órganos auditivos,
provocando una lluvia
de impulsos eléctricos
en mi enmarañado cerebro,
que comienza a organizarse
en un planigrama casi perfecto,
de otros trazos sensuales,
los de tu cuerpo,
por cierto,
también hermoso,
esparciendo por toda
mi ansiosa humanidad,
un pentagrama de instintos
pulidos por la civilización,
pero que siguen conservando
su estirpe primitiva,
y la impronta de cazador
carnívoro y acechante,
me sacude los sentidos,
entonces me agazapo
tras una mirada
aparentemente ausente
y desinteresada,
esperando relajes la vigilancia,
para lanzarme sobre ti,
con un beso en los labios
y mil caricias en las manos.
Eduardo A Bello Martínez
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