Ben-.

Profundamente-.

Me adentré profundamente

era la noche del látigo y olvidé

llevarme la correspondiente guadaña,

el llanto de nieve, sus lugares recónditos

transformados en pubis y objetos diabólicos.

Me adentré y observé: nieve concéntrica,

asomando por las vías del tren. Era

la noche del famoso ídolo, de la ligera

moto acuática, del tempestuoso cielo

implorando sentencia sumaria.

Me ignoraron por completo, biombos

y contrabandistas, espejos y reyezuelos,

me ignoré totalmente.

Era vivir en el desacato constante,

sus ojos azul verdoso, y mis labios

en forma de cuchilla penetrante, era

vivir en pesadilla continua.

La noche me lavaba los dedos

después de comer naranjas, almendras,

frutas sombrías en los rincones del agua.

Me cortaba la saliva con una radial simétrica.

Y yo opinaba, y decía cosas vergonzantes,

bruscas apetencias de manzanas y signos.

Cristales rotos amenazaban con poder sonrojarme:

lloraba lágrimas de Cristo-.

 

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