Detrás de girasoles
camino el Vedado
como una novia
que arrastra
galletas secas
busco el mar,
agua que esparza
este polvillo
llega a la rodilla
y finalmente caigo
en un charco
alimento samuráis
peces de colas rojas,
atolondrados por el tun tun
tumba tum tum
en la frontera
del Vedado con Infanta
sin identidad
coloco pancarta
que roza la pelvis
del cielo
nubes bajas,
dime, aquí estuve antes,
¿han desatado
a los estudiantes
de medicina?
fui curandera del Moro
que esperaba al camello
en el cuarto piso
reparé naves,
apreté tuerca
retuve invasión
alienígena
he dormido en O,
en la esquina a 27
desaté improperios
contra el bonsai
que crece un centímetro
pero pierde frutos minúsculos
cada mes, en luna llena,
esa redonda luna
china del Malecón
arrastra galleticas
si el vecino silba
otro pez del pez
mueve agalla
no se ha ido,
pero poco falta,
en la olla de presión
cocino al puercoespín
que mordizqueó
mi pancarta
a la vieja le tocan
las espinas,
quiere lo suyo
envuelto en periódico
da igual,
estoy más abierta
que un agujero
en La Habana,
veinte veces he visto
la misma película,
de la pantalla
desprendí un abedul
para abrigarme
llueve,
el agua ronronea
en La Rampa,
algo raro pasa
con los peces,
interrumpen
bruscamente
la ronda,
voy a recoger mosaicos
intentaré rescatar madera,
un fragmento de Alma
-Máter-
me solidifica.
Poemas de Lavana