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La tarde va llegando
con sus vestidos oscuros y grises,
que contrastan
con los verdes tonos
que tienen pintada
la barranca.
Una brisa fina
moja la cara.
A lo lejos escucho
los roncos bramidos
de los truenos,
anuncian el llover
que se avecina.
El saltapared y el azulejo
escondidos entre el follaje
deleitan los oídos
con sus cantos.
Sentado en una cornisa,
con tu recuerdo,
extraviado el pensamiento.
Mientras, escucho también
los gritos de los loros,
que en bandadas regresan a sus nidos.
La vegetación,
me recuerda el ropaje
que cubre los secretos
y las bellezas de tu tierra.
El ojo avisor
de la imaginación,
camina entre bejucos,
tallos, hojas y listones,
hasta convertirse en testigo
de tu piel.
¡Extasiado te contemplo!
De mis árboles,
sus ramas se mecen con las tuyas,
mutuamente se reconocen,
acarician, y se sienten.
Suben y bajan.
Percibo tus hojas
entre las mías,
es como el baile,
del viento de la vida.
Nos mueve, nos estira,
nos une y nos separa.
Lo experimentamos
mientras se abren los estomas
transpirando el sudor.
Las gotitas corren por los troncos,
se humedecen
de un sabor salobre
y nos refrescan.
Es la danza del amor,
al tocarnos más nos conocemos,
indagamos puntos y sitios
que despiertan al contacto,
al roce, a la caricia,
a la mirada, a la intensión.
Al aparecer nuevas sensaciones,
hay más identificación
del uno con el otro.
De pronto, abro los ojos
y me doy cuenta,
por un momento quedé dormido
en el diván.
Siento tu respiración
cerca de mi.
Mientras, me preguntas
¿Te dormistes?
Soñé algo muy bonito.
¿Dime que fué?
Tomo tu mano y le doy un beso.
Eramos dos árboles
que bailaban
la danza del amor.
¡Ven, vamos a bailar!
Te abrazo muy fuerte
estrechándote hacia mi.
Los tallos se entrecruzan
y las ramas empiezan a vibrar
en tanto las hojas
se besan tiernamente.
EL POETA DEL AMOR. 26-06-09.
CUERNAVACA, MORELOS.