El injusto llega y con los pies sin cansancio,
aplasta los sueños y los confunde de quien,
perseverante, sus días ha trabajado.
El soberbio puede ser tanto la víctima
como el victimario
El victimario, sin duda,
por pretender ser superior
y la víctima, por no aguantar
más ante los pisotones,
por explotar con rabia sin querer más daño.
El humilde no es el que se humilla,
es el que con fuerza divina
carga el daño y lo va dejando
en cada paso que da con amor.
El manso puede seguir su camino
sin perturbarse,
mientras encuentre
la fuerza que lo impulse,
pero también tiene un límite
El daño lo asecha,
y para vaciarse explota sensible.
Meylen Hirasú G. M.