Hoy estoy preso
o me siento preso
que es más drástico....
Llegué hasta la justicia después de haberme delatado yo mismo.
Como buen ciudadano de mi mundo
tuve un juicio con todas las garantías pertinentes.
En el juzgado oficie como defensor y fiscal,
como víctima y acusado,
como tribunal y como juez,
como prueba del delito
y como testigo.
Hoy estoy preso
preso de mis palabras.
Mis manos resbalan en los barrotes que no son de acero
son de fundamentos
y no todos están bien amurados.
Los muros son de ética
y los techos de fortuna.
Una ventana es un espejo
y la otra tiene forma de mujer.
Las puertas de color utopía sustentan cerrojos de principios.
Los alambres no son de púa,
son de afectos.
Y lo más curioso es que los guardias no son crueles,
yo los conozco de hace mucho tiempo,
los guardias son mis mejores amigos.
Un detalle de esta singular prisión
es que puedo salir cuando yo quiera.
Las puertas están abiertas,
los barrotes se distancian tanto como yo quiera.
Las ventanas no tienen rejas,
ni vidrios ni nada
Los muros sostienen cientos de escaleras,
el techo a veces toma forma y a veces no.
Tampoco existe ningún tipo de piso,
ni contrapiso,
ni tierra ni fuego...
Quizás mañana estos cercos me sean indiferentes
y no perciba cuando traspase el último umbral.
Seguramente no sea capaz de diferenciar
un compañero de celda con mameluco a rayas
y un número en el pecho
de un ciudadano libre
que luce el último modelo de Pier Cardin
con sombrero incluido.
Hoy me siento preso…
Preso de mis propias palabras.
Hoy soy un presidiario...
Un presidiario feliz...