Estás, oh verdad, en el horizonte
como evanescente, oscura y distante:
parece que lloras, tu fertilidad
otrora florida ya no es la de antes.
Me parece añoras el tiempo pasado,
el tiempo perdido como nuestros sueños,
cuando como amantes de una sola luz
éramos los dos la tierra y el cielo.
Pero ya no somos lo que antes fuimos.
Muerta como el verde prado de tu pecho,
irreconocible está tu follaje.
Hoy ambos estamos negros y desechos
porque no tocamos, porque no bebimos
tú del cristalino mar de mis creencias
yo de tu razón siempre rigurosa.
Somos diferentes, yo fe y tu la ciencia.
Y pulverizados, los dos crepitando
cada uno a su modo seguiremos siendo
rectas paralelas que jamás se tocan,
porque tú razón, y yo con mi credo.
Tú con tu jodida y ubicua razón
y yo siempre fiel a mi humilde credo.