La vida que yo soñaba
no es la vida que ahora tengo,
pues quien marca ese destino
es un señor de abolengo.
El toma las decisiones
sin consultar nuestros gustos,
y sin dar explicaciones
juzga lo justo y lo injusto.
Cuando estamos en apuros
recurrimos a implorarle,
pero él se nos muestra oscuro
y no responde al gritarle.
Pasamos por nuestras vidas
sin encontrar la respuesta,
de quién es ese Señor
y porqué no nos contesta.
Es la fe la que nos mueve
a creer en Jesucristo,
pues no conozco en la vida
a nadie que lo haya visto.
J. Piñeiro