Lo he visto correr nuevamente por el parque
En su refugio ideal, en ese receptor de su felicidad,
Iba queriéndole ganar a su propia sombra,
En el frescor de la mañana, que olía a tierra mojada,
Se envolvió con aromas de los verdes eucaliptos
Y los rosales que hay por calle Olaechea,
Rompen las ramas y las hojas secas sus distraídos pasos
Que levitan por milésimas de segundos.
Saluda, levantando su mano, a cuantos encuentra,
Se interna, se pierde y se demora en su andar,
Y no retrocedió su mirada, hacia mí,
Los sonidos que se mezclan en el aire
No lo distraen en su andar.
Al llegar a la avenida Alsina, giro a la izquierda,
Y fue en busca de las costas del rio dulce,
Una suave brisa, borro las huellas de sus pisadas,
Como queriendo que nadie lo encontrase
Y yo lo seguía muy de cerca, con mis pasos cansinos,
Con mi pluma mágica, con vocales y consonantes
Queriendo enredar palabras que describan en prosas
A este solitario hombre enamorado,
Acelero un poco su ritmo, me quise acercar a él,
Preguntarle por su amada, mas se perdió en la distancia,
Me quede muy atrás, tal vez mañana volveré,
Y tenga la suerte de encontrarlo,
Y quizás me convide su historia de amor
Y los refleje yo, en estas hojas en blanco
Que reservare para él.