El dios que no está allí
no siente el pútrido aroma de la muerte al postrarse sobre mi lecho.
Dios que no estás,
no conoces los miedos, las hambres, ni los dolores.
¿Cómo sabrías estar junto al hombre si no sabes lo que este significa?
No conoces la náusea que genera el absurdo
provocado por la vista que se vuelca hacia lo trascendente,
cual niño que acude a su padre
con el fin dar luz a la oscura penumbra del vacío intelectual.
El Dios que no estaba allí
ríe mientras ardemos.