Llora la barca
que espera en la escollera
volver a flote.
Ella, sin agua,
dormita entre sollozos
y tiene sed.
Sed de los mares,
de las algas, salitres,
y del nordeste.
Ríen las olas,
que llegan a las playas
con las resacas.
Bailan y ríen,
en danzas caprichosas
y sin parar.
Luego se duermen,
se estiran en la arena,
volviendo al mar.
Una gaviota
pasea, indiferente
junto a la orilla.
Con una pala
un niño cava un pozo
para el castillo.
Detrás, un hombre,
recoge los recuerdos
con un suspiro.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/09/19