Vendo zapatos de bebé sin usar.
Ernest Hemingway
La pediatra le tendió el bajalenguas hasta casi el vómito.
Su madre, al riguroso lado, le crispó de ternura la mano hasta darle ánimos.
Su mano, fría, hasta el hielo.
Ese día, su tío Agustín tuvo que pedir unas horas, solo hasta las dos de la tarde.