El verde esmeralda de lo eterno
se escurre entre los labios de una noche quieta,
para volverse cómplice de la palabra
que ha quedado muda en el silencio del olvido.
La piel estremecida por el gemir de las estrellas
se mece en las manos vacías de la luna.
El murmullo de los sueños escondidos
anuncia la llegada de un nuevo día.
Los ojos están cansados de no mirar nada,
solo lo mismo,
tristeza, nostalgia,
inviernos escondidos debajo de los parpados,
y hasta dolor en los huesos.
No hay nada nuevo en las miradas.
¿Dónde te escondes verde esmeralda?
Los bosques te extrañan,
están grises por el frío que dejó tu partida,
sus hojas verdes se han marchitado de tanto llanto.
Se ha marchado la esperanza,
se ha marchado la luz,
se ha marchado la vida,
en un túnel que no tiene memoria.
Solo queda la brisa tierna de una noche
que espera la muerte.
Las manos secas reclaman airadamente tu partida,
están frías, pues ya no está la luz,
no está la magia, no está la voz, no está la risa,
no está el verde esmeralda.
No está la vida.