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**~Novela Corta - Con el Alma Negra - Parte V~**

Y se fue mi delirio, hacia el frío más incongruente, que me dió el tiempo y el ocaso, aquel ocaso tan frío que vieron mis ojos de luz, cuando se fue mi deseo en embargar ese deseo hacia la pura inexistencia. Fingiendo siempre como en pasarela, elegancia y distinción y con un porte increíble. ¿Qué cuándo nos cogió la esposa con su infiel acto?, pues, si todo acabó dentro de mi pecho como en el mismo corazón la letal punzada. Era el amor como la daga directa a ser como la más real, pero, más al acecho del pobre corazón. Cuando se fue mi voluntad en una inmensa libertad. Que dentro de ese cruel y osado ocaso se me vino el mundo encima. No pienses que soy así. Tan fría como el mismo hielo. Cuando se me dió el ir y venir en mangas de camisas en personas tan extrañas. Es como saber que el tiempo, se dió en lo más pernicioso del momento. Cuando se dió la más vil fantasía, y fue amar a consecuencias del dolor mismo. Fue que socavó muy dentro el coraje de vivir y de ver la vida, toda como un sufrimiento tan indeleble. Tan afables fueron aquellas conversaciones entre la esposa de Pedro y ella, Jacinta, que quedaron casi amigas por siempre. Que quiso triunfar en el mundo de la moda con un coleccionista extranjero, que ella, Jacinta, vió el cielo abierto, cuando dijo, que se iba muy lejos a visitar y a tratar a ese modista de la talla de ella. Cuando se electrizó el cometido de embriagar su predilecta sangre con vinos de una cena casi perfecta entre la esposa de Pedro y ella, Jacinta. Nunca se imaginaba que podría estar nerviosa, pero, su mente volaba y la mantenía a flote en la conversación. Cuando fue al baño, se desplomó de vergüenzas… Y todo porque ella era la otra, estaba lejos del aquel vecindario, donde la veían ir y venir con Pedro, o sino, estaría en boca de todos. Se decía ella, Jacinta, la del alma negra. Tan negra como la vida misma, era como la lluvia del cielo en el amanecer o del mismo atardecer, se decía ella, Jacinta. Y vió otro cielo abierto, cuando a Pedro, después de tanto tiempo, sin laborar desde aquella despedida, lo contrata la misma empresa donde ella labora para el modista más reconocido de la temporada, y tenía asuntos importantes qué aclarar en el extranjero y se fueron juntos a viajar. Jacinta, quedó sola, amargada, y en desolación sin conseguir amor verdadero, pero, ¿Pedro, era su único amor?, pues sí… Y quiso y sugirió a la empresa una colección de trajes de baño como los de antes, una colección arcaica y con demasiada oferta y demanda sobre el mercado anglosajón que la acogió de muy buena manera. La muchacha de ojos verdes como la aceituna, quedó satisfecha, pues, su triunfo triunfaba más y más. Cuando quedó así, como la modelo mejor pagada del tiempo. Y quiso ser más y se entregó en cuerpo y alma, con el alma negra, hacia su labor y a su trabajo como modelo y había ahorrado lo suficiente como para vivir una vida tan cómoda como poder superar el destino y el camino lleno de ambigüedades. Se electrizó la forma y manera de ver el cielo, cuando en el camino logré ver el cielo y como el mismo disfraz de los cuentos de hadas, pero, ella se recordó, que “soñar con la realidad”, es saber de la verdad en la vida y de vivir con le certeza vivida de creer en el amor y en la naturaleza de todo. Cuando se sabe que el delirio se siente como el frío. Cuando se siente el calor dentro del cuerpo. Y quedó con el alma negra, y por la mañana se sentía fuerte y segura para realizar el trabajo de modelo, pero, aún así, cuando llegaba el ocaso frío y más la noche fría, y quería amar, pero, a quién, si Pedro estaba en el extranjero y ella, sólo solía salir de día a laborar, pensó en esa noche, de dolor y de seriedad, de ambiciones y de sufrimientos tenues, pues, con luz opaca, destruyó todo, como la fuerza en voluntad, como el dolor en el alma negra, como tan negra como la oscura noche que le hablaba en el silencio. Era como saber que el destino es débil como la fuerza de un mundo así. Y descubrió que el anónimo silencio se debió de creer en el alma sosegada de un tiempo sin más rumbo. Que el mismo sol como brújula en el camino, como el rayo en ese sol. Cuando sólo quise ser como el viento y volar lejos, pero, quedé en sombras oscuras, cuando se siente el deseo de amar, cuando sólo queda una noche tomando un sólo café nocturno que despierta más su presencia hacia la cúspide. Y era ella, la del alma negra, Jacinta. Doña Jacinta, en su vecindario que Juanito le informó que -“Pedro se muere”-. Y Jacinta, sale corriendo de su hogar a ver qué le ocurriría al barbero de la esquina. Cuando de repente, vé a Juanito cruzar más rápido que ella la acera. Llovía esporádicamente, pero, eso no impedía en ver a su eterno amor, moribundo, como le dijo Juanito. El barbero de la esquina, se moría, estaba enfermo de un cáncer que lo amedrentaba, pero, aunque buscó su salvación nunca halló la cura ni la sanación hacia su cuerpo. Y era el barbero, el de la esquina de la casa de Jacinta, Pedro. Pedro, se quedó sin laborar desde que cometió el mismo error entre la otra empresa. Fue una transacción inestable, pues, él lo sabía antemano, pero, aún así, la realizó y lo logró que el coleccionista tuviera vínculos con dicha empresa, pero, fue peor el error y fue más mayor, que el mismo deseo de ver a la empresa triunfar como antes nunca. Y fue la sensación más real cuando lo quiso y lo logró. Pero, se fue a quiebra la empresa con la cual había pactado el vínculo, pues, su coleccionista no era de gran talla. Y, por poco, se comete una distracción en contra de la empresa, cuando Pedro, fue el principal accionista de la temporada con más poder que el mismo sol. Pero, falló en algo. Que el silencio era peor que el mismo gritar. Y Pedro, se fue a la deriva cuando la empresa no lo quiso más como empleado y yá eran dos despidos, pues, el primero pernoctó en casi lo mismo. Entonces, Pedro, se fue por el camino correcto cuando desde joven le agradó recortar cabellos de hombres y le propone a Jacinta imponer un negocio pequeño como una barbería. Y fue él Pedro, el que estaba casi moribundo, y ella desde su interior lo sabía, que moriría. Cuando en el alma estaba tan negra, como el mismo suelo en que ella pisaba. Pero, sucumbió en un sólo deseo, y era querer amar a aquél amor de toda la vida. Y ella, recorre toda la acera desde una perspectiva de asombro cuando quedó la vida como un altercado, como un deleite de soledad y de desolación. Cuando ocurre el tiempo, en demostrar lo que ocurrió, un amor tan total como lo fue el amor verdadero entre Pedro y ella. Pero, dejó que el tiempo terminará, como una terrible soledad que jugó en ser lo que quiso ser ella. Pasaron como quince años desde aquella despedida de Pedro. Y no lo volvió a ver hasta que se logró electrizar la fuerza en el corazón mismo. Cuando el alma se volvió tan negra como la oscura noche. Como el luto que guardaba a ése cálido amor, cuando el fuego ardió como la llama más viva de ese amor tan sin ser ilusorio. Quedó todo como si fuera real, pero, acabó en un mal estado, la señora, la esposa de Pedro se entera del juego de amor que hubo y había entre ellos. Pues, el tiempo socavó muy dentro, cuando tuvo por su vida que dejar a ese amor

único. Se electrizó el combate de amar a fuerza de espíritu. Cuando percibió que en el corazón se debatía entre la muerte y la vida, ella, Jacinta, Doña Jacinta, quiso entregar una vez más a su pobre corazón y sí, que lo hizo. Pues, el juego se destruyó en un sólo instante de amar a consecuencias de la sola perdida razón. Llegó el tiempo y con ella la fría soledad. Cuando se sintió el sólo deseo en embriagar la indeleble alma con el amor puro e inocente de un sólo hombre, de Pedro. Y Pedro en el lecho, casi moribundo, y Jacinta, casi imperceptible con el momento casi desnudo. Se concentró en amar aquel instante, pues, era el amor real de toda su vida. Y acabó todo, pues, era ella la que tuvo el amor en el corazón. Y se dijeron adiós, pues, era ella la del amor verdadero. Cuando era como el dulce néctar de sensaciones buenas. Cuando crece el delirio de amar sin consecuencias. Cuando el deseo se vuelve temor. Cuando se convierte en lo más vil de la tormenta. Cuando se siente el amor puro y natural. Que crece la luna en la medianoche. Cuando se da el pasaje de ida y no de vuelta. Cuando se da y se siente el amor en cada lágrima del dolor. Cuando ocurre el temor a ser cierto como el más terrible de los dolores. Y el corazón, ay, del corazón que se atreve a desafiar la manera más vil de la tormenta. Cuando se cree que el desierto es como el numen. Cuando se siente aquí el más terrible de los ocasos fríos. Y se ama sin más desilusiones que con el mismo corazón. Cuando se quiere amar y con toda razón, que se convierte el calor en mas frío. Cuando se siente el mirar dentro del mismo amor, y que se dió como luna que hoy más atrapa en la manera de ver y de observar más el tiempo. Cuando se dió por primera vez, que amar cuesta en la vida. Cuando se siente el frío como el calor. Y sin más nada que el vicio de amar quedó en el reflejo de la ternura por consiguiente. Cuando se ama más en la vida, pero, el tiempo acaba como termina el deseo de embargar lo que queda en el alma. Cuando se electriza más la manera de sentir una sola caricia en la misma piel, y se queda aquí el tiempo en mirar lo que se cree en el corazón: un sólo coraje.  

 

Continuará.....