En los espejos rotos ya no hay retorno,
el reflejo guía se escondió detrás de una nube
mientras lloraba el funeral de un nosotros
que nada tiene en común más que el adiós.
Nos fuimos matando poco a poco los dos,
apagando el humo en el dolor del otro.
Te caías a pedazos y yo solo observando,
sigilosa desde la oscuridad para dar el golpe.
Pero éramos el reflejo de un mismo espejo,
el puñal también me hería, nos mataba en silencio
nos volvía cenizas de tanto fuego y asfixiaba.
Vos te dejabas ir, nos soltaste, en el abismo,
saltaste y me arrastraste al fondo de tu mar
de dudas, de miedos, de versos sin besos.
En un laberinto dejamos pedazos de los dos,
la piel que nos arrancamos para ya no sentirnos,
la piel que no pudimos transmutar para amarnos,
para seguir amándonos en lo blanco y lo negro.
Nos rompimos, estallamos contra el suelo...
Ya no estás, ya no estoy, el nosotros ha muerto.