alupego (Ángel L. Pérez)

LA VIDA NUNCA CLAUDICA

LA VIDA NUNCA CLAUDICA

No se cansa la oropèndola

de deleitar con sus trinos,

ni las luces desfallecen

cuando está claro el camino.

No se cansan los planetas

de girar sobre si mismos,

ni ceden las melodías

a los distraídos oídos.

 

No se altera la promesa

si la verdad la acompaña,

ni se funden los metales

en las entrañas heladas.

No mutan las alegrías

si son sinceras sus ganas

y no claudica la vida,

aunque el huracán la abata.

 

Del granito emerge el musgo,

atravesando sus venas

no por eso se condena,

a la sólida materia.

Armónicos son sus lazos,

como dos almas gemelas.

Así, se crea el abrazo.

 

La tierra brama furiosa

en sus carnes flagelada,

pero se abren generosas

para que la vida nazca.

Su grito defiende el seno

donde los seres se crían,

y aunque sea grande la herida,

gesta su vientre la vida.

 

No se cansa el ruiseñor

en embellecer su canto,

ni son nimios los encantos

de su plumaje florido.

Trina su alma en el pico

para cumplir su destino.

La diminuta figura,

no merma su sacrificio.

 

Crece sin pausa el embrión

que liba de vivos líquidos

y sus órganos se alteran,

en el calor de su nido.

Torna la vida a su seno

cuando no es fértil su sino

y las primaveras lloran,

en los floridos caminos.

 

No cede la voz al miedo,

aunque azoten su coraje,

ni se arrodillan los héroes

aunque venzan los cobardes.

El grito de la verdad,

no se humilla con ropajes

que a la mentira rebajen,

con adornos de metal.

 

No se cansa la razón

de dar la razón al loco,

cuando el cuerdo se deshace,

del calor del corazón.

Nunca claudica el honor

que se nutra de su sangre.

A.L.

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26/10/2019