Hay que limpiar nuestras almas con la lluvia,
uncir con barro el espíritu y la piel,
purificar nuestros cuerpos en el trigo
y bucear en océanos de mies.
Hay que abrasarnos nadando entre las nieves,
abrir los ojos al sol de la verdad,
surcar los mares jugando con las olas,
oler las flores, tener la fiesta en paz.
Y exprimir todo su zumo a la existencia,
buscar la mano con la que trascender,
sembrar amor y armonía en cada abrazo
beber del cáliz las heces y la miel,
hacer camino y no contar los pasos
y amanecer engarzados piel con piel.