Ben-.

El sol opaco-.

Tras estas avenidas y estos silencios,

la tormenta siempre se avecina.

En los ciclos del alto alto cielo,

o en las nubes cuajadas de erosiones

meticulosas, allí se quiebran los espejos

que detienen las horas prestigiosas.

Son zarzales inundados de palomas,

gorriones callados entre la multitud

de una rama sola, espacios convergentes

que dignifican la palabra toda.

Aunque el pulso tiemble, y las horas

agoten su testamento de sol e ira,

y la rabia inyecte paisajes de veneno

en los cuerpos, siempre, retorna

su fragancia forestal.

En los átomos disueltos, en agónicos

azufres, o en estatuas dispersas por los cielos,

el barro inunda los palcos y los cines,

las vergüenzas de un mundo que atrofia

las venas-.

 

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