alupego (Ángel L. Pérez)

EN UN RINCÓN SE QUEDÓ

EN UN RINCÓN SE QUEDÓ

Se van quedando las horas

diluidas en el tiempo,

con los restos diminutos

prendidos en los cerebros.

Suspendidas las esencias

de volubles sensaciones,

en frágiles sentimientos.

Se va quedando la vida

sumergida entre conceptos.

 

Lento transcurre el dolor

y rápido la alegría.

Caminando entre los dos,

se construyen fantasías

para paliar el temor.

Las voces siguen llamando

con impotencia rendidas,

mientras se fragua el valor

en las entrañas heridas.

 

Gira el planeta al unísono

de la muerte y de la vida.

En cada giro ilumina

o cubre lo que claudica.

Las sombras tapan las faltas,

mientras brilla cristalina

la belleza que le abraza.

Luna y Sol, así, se alían,

para dar descanso y voz.

 

Ruge el trueno en lontananza

y destellan los luceros,

con sus estelas de nácar.

Sufre el infeliz su hambre,

y se saturan las panzas,

de quienes viven de espaldas,

ahítos de las pitanzas

que sin mesura arrebatan.

Hay quienes viven del hambre.

 

Lenta la vida o más rápida,

como la duda se afianza

o al resolverse incrementa,

el paso de su zancada.

En tonos grises la vida,

blanco y negro o pinceladas

de vívidos colores cálidos,

que dan vigor y templanza.

 

En un rincón de la estancia,

quedó obsoleta la idea

y en su etérea duermevela,

fue perdiendo su prestancia.

Se debatía en los recuerdos,

de profundas añoranzas

y sus transparentes ojos,

apagaron la mirada.

En un rincón se quedó,

para que crezca otra hermana.

A.L.

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28/10/2019