Mis manos están azules
como el verano tardío
que soslaya los sueños
de un niño desamparado.
La verdad no sé qué horas es,
es lo que menos importa
en esta noche de insomnio.
Solo sé que el latir de mi lamento
hace más lenta la respiración de la noche.
Se asoma por la ventana
la mirada de un rostro infausto,
y puedo ver dos lágrimas
debajo de su piel.
Yo solo quiero atrapar
con mis manos azules
la ausencia de la luna.
De un poema guardado
en el cutis del orgullo,
salen libremente las palabras
y se ponen a danzar
al ritmo del gemir del silencio
Con su mirada ardiente,
la alborada amenaza
con acurrucarse
en las sabanas del desaliento.
No pude atrapar
con mis manos azules a la vida.
Esperaré pacientemente
una vez más a la noche.