Plácido céfiro quisiera ser, amor mío,
para acariciar tu aterciopelada piel
y con mis labios libar el aroma de miel
que rezumas en las cálidas noches de estío.
Cuanto más cerca de ti estoy tanto más ansío
fundirme en los efluvios que emana ese vergel,
o postrarme ante ti de hinojos como escabel
si en tu sublime e inefable amor no confío.
¡Oh idolatrada y divina beldad seductora!
No veles a tu cautivo las mieles de tu encanto
ni le niegues las suaves fragancias de tu amor.
Deja que hechizado junto a ti aspire tu dulzor,
para que así no sufra el terrible desencanto
tu amado que tanto te diviniza y adora.
Suspiros y sueños de amor