A lomos de la ausencia
salgo a buscar señales tuyas;
voy sin prisas,
desarmando visualmente
desde la flor al pistilo,
desde la acera
al otro lado de la calle,
desde los olores de la comida
a la degustación de tu boca.
Me separo de la adultez
por algunos instantes,
ponderando la paciencia
de estar ajeno a todo,
preguntándome
y respondiéndome,
acertijos que se me ocurren
al mezclar tu nombre áureo,
con el mío de metales
más terrosos,
resolviendo apenas con la alquimia,
ésta intemporalidad,
que hoy cruza
por las líneas de mis manos.
Eduardo A Bello Martínez
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