Diego Nicolás García Contreras

Y desperté (7)

Todo estaba en absoluto silencio fuera de la caverna.
Esa serenidad tan solemne al descubrir nuevas dimensiones.

Un motorcito sigue andando.
Muchas luces, y mis dedos quieren quedarse aquí siempre, 
todo es tan ecuánime hoy...

Mi sangre consonando con mi vientre,
mis brazos huelen bien y estoy impertubable.

Siento otro motor a lo lejos,
una ronca moto atravezando una lluvia que solo existe en mis pensamientos.

No quiero volver a dormir, estás tan callado, guardando el bullicio en la asotea.

Las bocinas me invitan olvidar, a esconder el bello momento que vivo, pero las nubes acarician el cielo y todo es paz.

Escribirás este poema por primera vez e inundarás la imagen de profundidad en la piscina de quien se zambulla.
Túneles caoba bajan por mis persianas.

Y no quiero volver...a la vida diaria, al conformismo tan inherte, a sucumbir a la imagen.
Bello día, dulces sueños, lenguas que se bañan de dulces arcoiris.

Preso de sus suposiciones siempre estoy,
amando la oscuridad,
acariciándote en silencio,
pensando en la sutil magia que a todos nos rodea.

No quiero estar otra vez en las simas dolientes de cada día,
ni atravezando la ciudad desde adentro.

Hoy estoy volviendo,
a los montes de colores,
a las bola gigante de nieve donde fui tan feliz,
y otra vez soy yo;

Recolectando castañas,
corriendo por la playa,
amando a la luna,
poesía ermitaña,
orfebre de imperceptibles melodías,
que vibran muy bajo para ser recogidas,
alteradas, alternadas, como el balance brutal que cada cuerpo acostumbra a situar para almacenar sucesos recónditos.

Ya nada de lo que digo tiene sentido, y no sé cuantos aromas hoy olvido.
Aparecen cada tanto,
todos los días en cada movimiento,
con cada pensamiento o recuerdo que albergo,
debe ser normal, digo...

Pero me sorprende, ¿quien soy yo?, ¿un ser que aún no descubre sus misterios?,
¿un poder genuino en un cuerpo de hombre adolorido?
¿de Dios un escogido ante su trono perdido?

Y vuelvo feliz a sujetar la almohada,
¿un esquizofrénico enmohecido?
a mojar mi rostro en saliva
y ese espíritu que se cuece en un bowl de bronce vuelve a ser mullido, gigante, hecho una bola, adornado, espolvoreado y dorado.
Hecho un bizcocho cualquiera para ser devorado en las calles de una vida,
las que perfectamente podrían ser el mal sueño de cualquier pesadilla