Con el rumor obsceno y amoral
de las cortinas,
mecidas por el viento,
arrítmicas,
escuálidas,
oníricas,
o en féretros,
sostuve dos fuegos fatuos
-ya nunca más ojos-
adormecidos, ajados,
en su piel;
dándoles de consumir
el último instante
en el que aún cabían palabras.
Después ya nada, supongo;
los jadeos y los flashbacks...
3/11/19