¿es la fatiga la que habla por mí cuando digo que espero con desespero la hora de la ausencia de mi consciencia?
¿o es algo más?
¿un deseo no escrito, un cansancio prolongado?
¿o quizá una decepción absoluta?
Sea lo que sea, está matandome por dentro.
Y no puedo mentir, espero darle el gusto.
A lo mejor más pronto de lo que mis allegados esperarían y mucho después de lo que pensé que aguantaría.
Después de todo, no soy tan débil como creía.
Pero no tanto como para mantenerme con vida.
¿cuando llegará el día?