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El lado salvaje de los perros

Para Brutus era una verdadera maravilla el bosque de rivera  junto el barrio de la Muela que estaba realizando un taller de empleo. Entre los fresnos, chopos, llidoners estiraba sus fuertes  patas cada vez que bajaba  de la montaña. Frente las aliagas, romeros, y piedras , allí  encontraba una  maleza  floreciente que empezaba a ser cada vez más grande entre los alcorques. Lo único un poco enojoso para brutus en esos paseos ,era encontrarse a la patrulla canina. Esta consistía en una pequeña e inofensiva jauría de perros tan pequeños como unos chiguaguas muy nerviosos, que le hostigaban con caricias y posturas de sometimiento cuando se los encontraba . Eran unos cinco perritos del mismo aspecto que un doverman,  pero en miniatura. Tan pequeños eran que prácticamente  cabían en la mano de un hombre adulto. Estos   seguían a su dueño jubilado que rondaba por el bosque a medio realizar enderezando árboles recién plantados  caídos por el viento. Entre las adventicias a brutus le gustaba mirar a un conejo que había hecho su madriguera entre unas adelfas .  Todas las mañanas salía  provocar a los perros. Esto lo miraban extrañados sin saber que clase de mascota era ese animal de grandes orejas y pelaje gris. Sus dueños, entre tanto, tan extrañados de la presencia  conejos como sus perros, le  hacían fotos . Junto las adelfas se encontraba un viejo cañar y  un muro. Al cañar acudía gente joven, con aspecto de cansados y desnutridos a buscar cosas entre las cañas que parecían haber guardado. Como los perros cuando hacen un agujero con las patas y el hocico y entierran alguna carroña, estos jóvenes sacaban  pequeñas bolsas de plástico que metían en los calzoncillos, después de haberlas en ese lugar  para gastarlas en el momento adecuado . A brutus le gustaba el olor de esos jóvenes porque era parecido al suyo, y había algo en su comportamiento que le recordaba algo ancestral de su especie. Estos jóvenes eran diferentes al resto de usuarios del parque,  nunca le decían nada, ni le hacían carantoñas algunas. Pasaban de lado serios, batidos, nerviosos, violento y a la vez asustados entre los paseantes. Si se detenían  a hablar con alguien eran con la gente del taller de empleo con los que tenían alguna relación de amistad, vecindad o parentesco, y a veces las tres cualidades a la vez. Brutus solía esperar la llegada de su amo en el parque. Había aprendido a saltar la puerta y escaparse. Y cuando lo hacía iba donde estaba su amo trabajando, aunque para brutus no era su amo, sino un semejante. Hoy se retrasaba. El compañero de brutus  no se encontraba  muy lejos. Estaba en el taller de empleo esperando recibir las ordenes para salir. Lo hacia sentado en su pupitre mirando la pared con un vaso de plástico de la cafetera de venndig en silencio, como el resto de trabajadores alumnos. Pensaban todo que el invierno sería duro,  sobre todo si alguien no los cogía para trabajar en cualquier cosa. De lo contrario, si nadie tenían interés en contratarles serían como perros abandonados vagando por el municipio, ya que el ayuntamiento terminaba con su contrato en dos meses para coger a otro grupo de gente desfavorecida,  y volver a empezar una historia inacabable de desdichados, miserables, de los desafortunados . Hombres caídos como lucifer en el infiero de las vidas violentas y sometidas entre esos bloques  de pisos enormes de un barrio de vivienda subvencionadas y de protección de servicios sociales a donde metían a la gente sin recursos para que agonizaran sin poder hacer nada como perros maltratados.

Era gente maltratada y maltratadora. A fuerza de violencia se habían convertido unos en canallas , otros en santos indiferentes. Los santos eran famosos  como buenas personas porque todo les daba igual,  pero inadaptados  de ideas cortas y egoístas santos y canallas. Una vez encontraban trabajo, o una oportunidad de mejorar a su vida, era habitual que canallas o santos la desaprovecharan, y acabaran volviendo a la misma ficha de salida. Vidas de perros sin destino en una encrucijada histórica sin salida. Brutus veía a muchos perros perezosos junto sus compañeros humanos  paseando por lo que parecía el lado civilizado de la vida. Pero lo único sagrado que habían en ellos era la indiferencia, y como armas no eran los dientes , las manos o las garras, sino el engaño y la hipocresía.

Brutus esperaba a su compañero, y su compañero esperaba a Brutus para disfrutar en sus vidas castigadas por la crueldad de los hombres civilizados el momento en el que salían con el trineo por la sierra de Espadán. El trabajo había salvado a  la camada de perros a la que pertenecía Brutus y su amigo humano de que se volvieran agresivos en un ambiente de aislamiento, persecución, vejaciones y pobreza en el que estaban inmersos.

Cuando subieron todos a la furgoneta con sus azadones para trabajar en el bosque de la Muela, pensaban en sus asientos con el azadón  en las rodillas : \"que el invierno será duro para nosotros\". Brutus por el rostro de preocupación de su amo adivinaba que tendría que trabajar muy duro, al cien por cien llevando las cargas de leña del monte para calentar la casa y la comida, así como llevar cargas de agua potable de la fuente pública. EL invierno sería  muy duro en la orilla del mediterráneo, tanto o más que  en Alaska o Siberia ,en una zona que mucha gente creía con una alto grado de bienestar y civilización.

Al escuchar los primeros golpes de azada en la tierra, Brutus empezó a correr ladrando hacia los trabajadores, pasando de largo de dos que estaban apoyados sobre los azadones con la mirada perdida en la nada.

Brutus te has escapado de nuevo- Le Maria Laura acariciando el pelaje de medio husky de Brutus, que fue corriendo hacia su amo cuando le vio. Este  le rogó  con la mirada    que no se escapara de nuevo. Ya tuvieron bastante susto cuando se encontraron el día anterior una jauría de cuatro perros sueltos. Tropezaron con ellos en una pendiente de la que imposible salir. Afortunadamente ninguno de aquellos perros se abalanzó hacia el trineo donde iban dos perros enganchados. Hubiera acabado en una carnicería sin sentido. Una lucha por la vida despiadada  donde se elimina el exceso de población de una misma especie.

Angelillo de Uixó.