Dispuesto a obedecer sin éxito en esta supervivencia exiliada, me ato a una mirada encantada e intento desenvolver del rastrojo algún beso sin latido, entre las siempre frías piedras que forman la montaña otoñal, cerca ya de ser cordillera invernal. La hipócrita valentía, botín del vendaval de temores, espera el resolutivo mordisco del final de este lapso. De nada sirven las desesperadas brazadas contracorriente en un mar de brújula desorientada, alejada la baliza de malgastada pertinencia. Uniforme de armazón mal soldado que se inunda de evocación de un aliento no alcanzado. Ignorante experimentado en enterrar pasados desde la fosa, acumulada nulidad postergada, anhelo amordazado por bozal de inoperante agilidad, instinto de supervivencia de la clausura del majadero adorador de esa súbita conmoción. Y otra vez dispuesto a obedecer sin éxito, añorando ese momento que no pudo ser.