Ludwing VO

Un regalo para ella.

Fresca mañana que consientes su alma que culmina sus sueños añorados, desenvuelve su cuerpo pequeño y frágil, confortalo y comparte un poco de luz por su ventana.
Acaricia su cuerpo, y déjala suspirar un momento como si saludara el espíritu que prevalece inquebrantable, sonríe junto con ella y déjate cautivar por sus ojos.
Tus aves se acercan con sus rapsodias y acarician sus oídos, pluma tras pluma se oye su suave batir alejándose nuevamente, quizá vuelvan mañana.
No la dejes ni un momento, y deja caer tus rayos de sol sobre su cabello iridiscente decorado por las miradas que obtiene al pasar, por que no hay quien no atienda a la belleza que deambula con un suave batir de caderas.
Y en sus efímeras miradas sobre el cielo, muéstrale el arte celestial de un arrebol pintado por ángeles, para que en cada parpadeo beses sus pupilas con la incandescencia del sol.
Cuéntale a la luna sobre ella, dile que entre sigilosa a su habitación, y que contemple en la penumbra el suave subir y bajar de su pecho al respirar.
Coloca un par de estrellas a sus pies, y deja que brillen en la noche, y antes de marcarte déjala que vuelva al hogar de sus deseos, a su refugio de epifanías secretas.