Margarita García Alonso

Areteos

 

 Que ingenuidad cometieron mis padres,

al concebirme en viol

arañaron costillas

con el cuchillo de Nikos Kamadies.

 

Si no oyes la voz de Yahweh- decía mamá

Si no oyes la voz de Yahweh- repetía abuelo,

-la tatarabuela, la tía loca encerrada en el cuarto-

Si no oyes la voz de Yahweh-

y yo no oía, no oía nada.

 

Los dientes podrían sin leche

cuando atravesaba

corredores de clínicas

bajo el ojo indecente

del dentista, la aguja en el diente,

el plomo

en la raíz del nervio maldecía.


El aire me dolía,

garganta, nariz, orejas, lengua

percutían la cuerda

con que mi padre amenazaba

ahorcarse o ahorcarme,

cuando rompía puertas

los espejos aterraban a mi madre.

 

Mi heroica adolescencia me impedía matarlo.

No amaría hombre si pensara en él.

No hay alivio al gesto desordenado,

 tartamudeo.

 

Si creía y confesaba lo no hecho

me salvaba del escarmiento.

 

Qué temor traicionar a mi hermano

qué temor inmenso

a la correa ardiente,

a no ser la autora de la fechoría.

 

Qué dolor en el bajo vientre.

A menudo afirmaba:

no hay justificación

y clavaba un cuchillo en mi pie.

 

De Maldicionario, Edition Hoy no he visto el PARAISO,2009