Guerrero fraguado en el sol naciente,
las nudosas raíces del bonsái
añoran regresar al guirigay
de la armadura lanzada en torrente.
Sin más escudos que el valor al frente,
donde termina el honor samurái,
antes de firmar la sumisión, hay
esperando un harakiri decente.
Mejor destripado que ser esclavo
de la desmoralizante derrota
a sus enemigos vendida cara.
Al sufrir su dignidad menoscabo
por el contrincante, el filo agota
del mancillado sable, y sayonara.