Cuando Virgilio, se dedicó en cuerpo y alma, y fue esa luz que automatizó el desastre, en ver el cielo de azul cuando vió esa luz al filo de la espada. Cuando en el alma se enfrío el dolor tan amargo, tan desolado, y tan ambigüo en creer que el paraíso era Edén y que el Edén era el paraíso. Cuando en el alma se siente la oscura desolación de ver el mar tan frío, como el mirar desde abajo el cielo lleno de tinieblas tan desoladas como bruma espesa sobre el mar. Como el amor en cada paso, que se dió como aquella sangre en que se dió la plétora abundante de regar por el suelo aquella sangre de esa vil tragedia en herir a punza letal a su mano derecha. Enfriando el deseo en ver el cielo como de gris la tormenta cuando se hirió el desastre de su mano derecha. Cuando en el alma se dió el pasaje de ver el ánimo abundante, de poder revivir, renacer y volver a la vida. Cuando en el camino se dió tan frío como poder ver y sentir el terrible deceso de mi mano derecha. Cuando en el cielo se vé como el delirio de ver el instante como poder sentir el frío nefasto de un dolor como haber perdido a mi mano derecha. Con la cual el saludo militar se veía tan afectado, cuando saludaba a mis estudiantes, cuando en el alma se enfría no poder sentir a mi mano derecha con el protocolo de un sólo saludo de la milicia. Cuando en el instante en que se vé el silencio, se cuece el frío de ver y sentir la muerte a la luz al filo de aquella espada. Cuando por fin se percibe el delirio de poder creer en la vil naturaleza de Dios, en salvar a todo aquello que se llama vida y, más aún, de saber que el intento se logra con desafiar lo que ocurre aquí. Cuando se llena de hiel y tan amargo el deseo en volver al cielo con tan sólo un mirar de lejos. Y en la tormenta acabar en destrozar lo acometido. La irreal atracción de ver el desierto en la imaginación de atraer un destino tan doloroso como lo fue perder a su mano derecha. No fue tan sólo un destino hiriente, sino que fue tan sólo un momento tan fuerte y que dolió bastante. Cuando en el alma se cuece por haber entregado la fuerte valentía de ver en el suelo tanta sangre. Cuando en el tiempo sólo se desvive de un sólo deseo a muerte. Cuando en el alma sólo queda aquí una fuerte esperanza en sentir la misma espera de ver y de sentir la misma fuerza en voluntad. Y quiso vivir sí. Y quiso más entregar la espera, de esperar a amar lo que encrudece el delirio de amar lo que queda aquí. Cuando en el alma se siente más y más. Y se queda como una verdad que no se quiere ni ocultar. Cuando en el alma se debate una riña de querer lo que es el amor a cuestas de la sola razón. Cuando en el alma se dá lo que se siente una vez por hoy. Y se dá como el viento en la misma piel como aquel frío de aquella plétora abundante. Y sus estudiantes tan eficaces como la misma milicia militar, se debió de creer que aprendieron como se aprende a vivir, sólo como el instante en que se dá. Cuando en el alma, se siente lo que encrudece, lo que se desvive cuando se renace otra vez como en aquella luz al filo de la espada, que cruzó a mis ojos viendo es cruel luz cegara a mis ojos y dejar caer la espada cortando a mi mano derecha y, más aún, dejar que el tiempo, sólo socava en mi manera de ver y de sentir lo que ocurre lo que se da. Cuando se da lo que pasa aquí. Cuando en el alma se siente cruzar aquella luz, que sólo destruyó el silencio entre la vil muerte y la bella vida. Cuando en el ocaso se siente el frío como ver el pasaje de ida y vuelta y sin poder regresar de la vil muerte. Y así, se sintió Virgilio, el manco de Virgilio. El que nunca debió de haber vivido la vil muerte, sino que se sintió más la fuerza por haber amado a su espada tan filosa como aquella luz al filo de la espada. Y socavó muy adentro el cruza la muerte y hasta llegar a la vida otra vez, pues, su mano derecha quedó en un sólo hilo de sangre. Y sus clases, ay del estudiantado, que aprendió de la vil manera de hacer y cómo haber tomado y lanzado la espada hacia una manera correcta de cómo coger la espada. Y fue un gran honor y satisfacción haber entregado lo que más ocurrió en el pasado y que él, sólo quería demostrar su fuerza y valentía en cómo hacer la lanza y más cómo tomarla entre sus manos sin poder ser herido a muerte o herir a alguien. Se cruzó la manera de ver el cielo, en la tormenta y un sólo ocaso frío, tenue y denso y delirante como aquel en que Virgilio se hirió a muerte por la lanza que había obtenido por haber rescatado a una familia de las garras del dolor y, más aún, del fuego destructivo y devorador. Cuando en el aire se dió como la fuerza en voluntad, en creer más con la valentía, de ser por esa familia y más, ser el héroe salvador de todo aquel instante en que sólo se llevó a cabo una sola salvación. Cuando en el camino se lleva una gran sorpresa, en que sólo se siente como la ira tan extraña como haber vivido con ilusión y que llegara ese momento tan osado y tan cruel en perder a su mano derecha sólo descubrió el dolor y tan fuerte. Como lo fue amar como a la rosa y sangrar como se sangra con las espinas más hirientes. En sólo ver el principio y sin final, cuando ocurre el desafío en sentir el silencio como poder saber que el final fue tan crudo como la cruda realidad. Fue como ver la mirada al filo de luz de la espada. Fue como ver el instante en que el momento se convirtió en un sólo recuerdo. Cuando en el interior él sabía lo que hizo su mano izquierda a conciencia sin importar lo que más quedó. Cuando por enredar el tiempo y la osada desolación se siente como la misma soledad, pero, del alma. Cuando ocurrió el pasado como un recuerdo que hay que evitar recordar, porque hiere como hirió aquella espada en la mano derecha. Cuando en el alma se cuece como haber llamado la vil muerte hacia una sola cúspide de entrever el silencio. Cuando en el desastre de ver el cielo, se siente y, más aún, el solo deseo y el sólo tiempo y de saber que el alma se cuece de un fuego devorador como en aquel en que sólo quiso ser el héroe y haber triunfado en honor y virtud. Tan exacto como haber obtenido aquella espada como la más vil y la más recta como el honor de un soldado en defender y salvar al mundo. Cuando se advirtió que el mismo sol, advirtió en ver el momento más duro de aquel instante en que sólo el tiempo en se dió como hoja al viento volar y fue esa plétora tan abundante como aquella sangre que se virtió en el suelo por aquel instante en que se dió la manera de ver ese mismo sol como la luz al filo de la espada. Cuando se dió la vil manera de querer vivir, sí, de vivir. Cuando en el alma se llenó de oscura sensación. Como la más intensa sensibilidad de creer que en el alma se dió como aquel sol al filo de la espada. Cuando en el más terrible de los momentos se dió como la sangre vertida como vino regado en el mismo vaso, pero, aquí fue en el suelo. Cuando en la vida se dió como el más vil de los sucesos, tan clandestino como el más de los silencios dentro del alma oscura. Cuando en el camino se creyó que llegó a ser como la más vil de la tormenta gris, que se cree universal, como el instinto tan indiferente que se vaya a creer autónoma. Tan real como la vida, y fue así, como la misma soledad que se llevó a cabo una triste sensación y percepción de la vida misma. Cuando en el alma se dió una fría virtud, en que la calma se abrió de nuevas sensaciones. Como una vez en que el delirio socavó en el alma desnuda de ansiedades tan dolorosa como aquella plétora en el atrio. Y fue el manco de Virgilio, aquel que vigilaba con alta honra, en su rango militar. Y fue aquel en que se dió una vileza fuerte y tenaz y tan audaz como aquella sangre abierta como todo un mar incierto. Cuando en el reflejo de un instante se vió como llaga en la vida, la cruel herida que socavó en un numen tan inventivo, como lo fue amar tan vilmente a aquella espada al filo de la luz del sol. Y regresó a la cruel situación, en que sólo el desierto se abrió en dos vertientes, como aquel mar de Moisés. Cuando en el alma se dió como mentira de una osada y vil sensibilidad, cuando en el tiempo se hizo como la más cruel de los momentos. Cuando en el alma se dió la manera de amar, como a la más vírgen de las vírgenes. Cuando en la vil calma se dió como la espera de esperar por vivir en vez de morir. Y fue tan irreal como la tempestad o como la libertad de ver en el cielo una luz como la luz al filo de la espada. Y era el manco de Virgilio, cuando amó intensamente, de amar lo más cruel del destino más intenso como la más triste escena entre su mano derecha y la sangre tan abundante. El que dio tantas clases de militarismo, cuando se vió marcada la escena de perder a su miembro más querido, y fue perder a su mano derecha por la mano izquierda. Cuando en el ambiente se dió, en el mismo atrio la corteza de una dura plétora en abundante insensible sensación. Cuando ocurrió lo que se alejó la manera de ver el cielo y, más aún, el instante en que cada cual, la mano derecha y la vida se habían otorgado la más triste vivencia de perder a ese miembro.
Continuará……………………………………………………………………………………….