Sin esperarlo, mi navío encontró la luz de tu faro
A la distancia me llamaba, y yo no lo percataba.
Conforme me iba acercando,
el magnetismo de aquel cálido fulgor,
emitió un nombre al aire.
Yo corrí hacía el.
Y quiero soltar mi ancla en el nicho de tus cimientos.
Que las olas abrasen mis latidos, no importa si cesan
habrán más, porque los impulsa el aliento de tu voz.
Como una farola en la vereda, ahí estabas tú.
En sigilo, aguardando motivos ajenos,
incomprensibles para una intrusa como yo.
Cuando la oscuridad se hizo, una vez más
Y cuando las voces y murmullos callaron,
Al fin te contemplé.
...
En cámara lenta, tu luz parpadeaba,
cuando nada podía iluminar esa negrura crepuscular.
Ese día dejé de solo pasar a un lado,
para observar la magia que producía
el discreto manto estelar de tu cuerpo;
Yo me abracé a el.
Y quiero rasgar mi velo en el relieve roto de tu tacto.
Que las horas amordacen mis latidos, no importa si cesan
habrán más, porque los impulsa el aliento de tu voz.
Mis pupilas exaltadas por tu belleza se encendieron,
y dejé entrar la imagen más pura de tu esencia.
La incandescencia de tu ser, brindó abrigo a mi corazón errante.
Dulce sensación de sublime y ensoñado deseo,
cuando de tus labios emanaste la labia vital de tu amor;
cuando tus dedos palparon mi piel,
y levantaste las armas que protegían la puerta al paraíso.
...
Gloriosa noche de jumera,
en las que nos embriagamos con la dicha del estar y el ser.
No más luz de candela, ni sombras ante el gentío,
vislumbraba yo mientras nuestra desnudez proclamaba álgidos suspiros.
El vehemente acto, sembraba en mi la semilla de la anhelada victoria.
Yo corrí hacia ella.
Y quise recuperar mi ancla del nicho de tus cimientos.
Que las olas no ahogasen mis latidos, pero ya era tarde.
No habrían más, porque los detuvo el silencio de tu voz.
Y quise remendar mi velo en el relieve roto de tu tacto.
Que las horas liberaran mis latidos, pero ya era tarde.
No habrían más, porque los detuvo el silencio de tu voz.
Pero al acaecer el alba,
bajo mis pies desvanecieronse las huellas de tus besos
para dar cabida al tortuoso festín cuya protagonista sería mofa de la realidad.
Pútrida sensación de irreal y corrupta perdición,
cuando de tus labios emanaste la labia mortal del veneno;
cuando tus dedos extirparon mi alma,
y quebraron los diques que protegían la puerta a éste abismo.
...
Tu mirada desconoció mi escote y tu voz olvidó mi nombre.
Tu ser dejó en el anonimato mi presencia, y tras la espera de lo inevitable,
pronunciaste con perentorio ánimo tu verdad.
Con la misma boca en la que mis labios anidaron,
y con el mismo lenguaje impávido que una vez prometió cuidarme,
sin advertencia se hundió en mi pecho,
la espada más profunda que lograste sostener.
...
Sin esperarlo, mi navío se perdió en la penumbra de tu lóbrego desdén.
A la distancia ya no me llamaba, y yo lo percataba.
Conforme me iba alejando,
el magnetismo de aquella fría sombra,
omitió un nombre al aire.
Yo expiré en él.