Era tu mano,
que buscaba la luna,
junto a mi mano.
Eran tus dedos,
que tomaban la copa,
de vino y miel.
Eran tus ojos,
que miraban mis ojos,
bajo la luna.
Al ver tus letras
sentí un escalofrío
profundamente.
Aquel papel
me trajo en mil segundos,
unos recuerdos.
Te vi cercana,
hablando, como siempre,
ante mis ojos.
Diez primaveras
vinieron a mi lado
con rapidez.
Y tú con ellas,
volviste en un instante,
con margaritas.
Llegó tu risa,
tu voz y tu silencio,
¡llegaste tú!
Rafael Sánchez Ortega ©
17/10/19