Alberto Escobar

Espejos ustorios

Somos funciones asintóticas
que cuasi convergemos
en la misma sinrazón.

 

 

 

 

 

 

 

 

Citados para hablar
de aquellos próximos tiempos
en los que éramos ausencia.
Brandy y yo charlábamos.
Fueron muchos los años
que corrieron sin nosotros.
Tras de unos pinchos
y unas cañas, la discoteca
nos esperaba al revolver
la esquina.
Nos miramos.
No nos dijimos una palabra,
los ojos hablaron por los dos.
Un poliedro en frente, de negro,
nos franqueó el paso
para abrir nuestros oídos
a aquellos sonidos
que petardearon nuestros años
de locos, de jóvenes insensatos.
Yo le dije, en un momento dado...
Yo: Brandy, ¿Dispuesta a quemar
las pistas como antaño?
Brandy: Vayamos a las calderas
del infierno a rendir visita al Hades.
Una pista enorme, abigarrada de vintage
y postmodernidad a partes desiguales,
nos abría sus alas de marfil y batista.
Velas, sería por Halloween, que llevaban
a lo tétrico, conmovían y excitaban.
Estaba rebosante hasta reventar el aforo,
nos hacíamos hueco a duras penas
con mucho por favor y otras formalidades
hasta llegar a una conclusión descabalante:
¿¿Has visto Brandy que todas las chicas
son tú y todos los chicos yo??
¿¿¿Te has fijado???
Brandy: ¡¡¡Sí, estoy alucinando en colores!!!
El público que pululaba hasta el estorbo
el local era una sucesión infinita de Brandys
y yoes, ¡¡¡Curioso!!!
En el vídeo que alimenta el frontispicio
de la publicación dejo constancia gráfica
de lo sucedido. No miento.
Fue, por otra parte, una velada
que mereció, y tuvo, segundas
y terceras partes...