Marchitó la fragante amapola
y calló del canario su trino,
mas los días de amor que me diste
los llevo conmigo.
El verano secó la pradera
y segaron la espiga del trigo,
mas conservo en la mente tu imagen
tan llena de brillo.
Emigraron las aves del bosque
y dejaron sus cálidos nidos,
pero en mi alma tu sigues guardada
cual regio zafiro.
Puede el cielo quedarse sin nubes
o que pierda la luna su nimbo,
pero nunca podría apagarse
mi amor infinito.
Es entonces que pienso muy triste
que tu fuiste tan solo delirio,
que llegó de repente a mi vida
igual que un suspiro.
Autor: Aníbal Rodríguez.