¡Justicia!, gritó el pueblo enardecido,
que indignado se lanzó a las batallas,
luchando para ya no ser oprimido,
derribando resquemores y murallas,
las que con violencia levanta el opresor,
protegiendo sus intereses mezquinos,
porque del pobre no interesa su dolor,
ni el sufrimiento, ni su mal destino.