Nubes rasgadas que comprometen
el cielo. Son divinos compartimentos,
donde transcurre el tiempo, feroz y autónomo.
Digeribles volubilidades que el atroz común
de los mortales, recibe con aspavientos, y gestos
universales. El rechazo de unos cuantos, prospera,
y en mitad de la explanada, cae milagrosamente
la lluvia. Lenta, humilde, sucesiva, así, cae la lluvia
sobre mi cuerpo. Soy un territorio inexpugnable
y metódico, soy fecundo y admiro lo que admiro.
La luz en aquellas habitaciones doradas, el subterfugio
de las lunas sobre cóncavas paredes, el agotador
destierro de los zorros en paredones desolados.
Nubes que comprometen el viento. Y el tiempo
que se deshace en una mano dormida-.
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