Margarita García Alonso

Raya sesenta

 

Animadores del óleo apocalíptico

han prohibido

pastar a las ovejas

el grano fino,

la cosecha verde

-de ese verde errático del norte-

Están contentos

de racionar el aire.

Como hembra cansada

de ovular

repaso

la sábana que hizo mi madre

en cada carta un hilo,

una hebra,

un retazo

de carencia.

Viendo a los desertores

animarse

pongo fe:

Dios no

subvencionará

otro siglo de falsos.

 

Mi último tubo

de óleo azul marino

está más seco

que el canal de Isabel II

cuando el hereje canta

con despilfarro disléxico,

cambia sujetos por porquerías,

firma pactos con limón y cree

que ha llegado a fortuna.

Todo es cartón de segunda mano,

cartón de zapatos del que no anda,

dedos moviendo figurines de ballet,

lengüetazos fuera de serie

en las Grandes Ligas

de Camposanto,

sin puerta

al paraíso,

un chulo de 25 años

destapa Pandora

para robarme los cuarenta.

Estoy en su acera

lavando nostalgia

pero no me toca.

Estoy vacunada

de ubicuidad

en ninguna parte,

los que cambian

jabones por aceite

resbalan en el hueco

donde vine a rayar orejas

con los bolsillos atascados

de bolígrafos negros.

 

del poemario Mar de la Mancha, 1992