Animadores del óleo apocalíptico
han prohibido
pastar a las ovejas
el grano fino,
la cosecha verde
-de ese verde errático del norte-
Están contentos
de racionar el aire.
Como hembra cansada
de ovular
repaso
la sábana que hizo mi madre
en cada carta un hilo,
una hebra,
un retazo
de carencia.
Viendo a los desertores
animarse
pongo fe:
Dios no
subvencionará
otro siglo de falsos.
Mi último tubo
de óleo azul marino
está más seco
que el canal de Isabel II
cuando el hereje canta
con despilfarro disléxico,
cambia sujetos por porquerías,
firma pactos con limón y cree
que ha llegado a fortuna.
Todo es cartón de segunda mano,
cartón de zapatos del que no anda,
dedos moviendo figurines de ballet,
lengüetazos fuera de serie
en las Grandes Ligas
de Camposanto,
sin puerta
al paraíso,
un chulo de 25 años
destapa Pandora
para robarme los cuarenta.
Estoy en su acera
lavando nostalgia
pero no me toca.
Estoy vacunada
de ubicuidad
en ninguna parte,
los que cambian
jabones por aceite
resbalan en el hueco
donde vine a rayar orejas
con los bolsillos atascados
de bolígrafos negros.
del poemario Mar de la Mancha, 1992