Hemomáquina intravenosa,
desentumece tus plaquetas
y ponte en marcha soltando
los vagones repletos
de gangrena hacinada
por la complacencia colectiva.
Una vez libre de rémoras,
fluirás a toda máquina
por arterias sin traviesas
y la presión de tus calderas
desatascará los coágulos
de duras entendederas
llevándote por delante
los pasos a nivel con barrera
impuestos por sanguijuelas
afiliadas al torniquete
hasta terminar colisionando
con otras locomotoras granates
que al ser propulsadas
por corazones sin soplos,
dé como único resultado
una imparable aleación
de sangriento mestizaje.
Entonces la fusión de sangres
liberará una fuerza de empuje
de la que no se podrán apear
los linfocitos disconformes
con la unión sin fisuras.
Te sigo esperando tirado
en la herida del andén
de la estación cicatricada
a base de donar delirio.