Este aguacero repentino
este espanto de rayos
me hace dudar
me obliga a guarecerme
debajo de una chapa oxidada
y garabateo un pedazo celeste
un firmamento sin grietas
un mundo distinto
Yo decido quedarme aquí,
en esta arena, en este borde
con las gaviotas,
con las hormigas y con las luces
que todavía resisten
los pasillos sin ventanas.
Es otoño y es de noche,
húmeda, solitaria.
un silencio como camino
que recorro, pensando
una mano en mi boca
como estatua
y mis ojos pensativos
mirando los cristales de la lluvia,
en las hojas,
en los pequeños charcos de las baldosas.
Y escucho
y dudo.
No le creo, al falso profeta
que le habla a los pobres,
a los que están en la banquina
a los que un día, uno solo
es una inmensidad de anhelo.
Ya viví para hacer de la negación
mi escudo, mi defensa
y escribir que todas las manos
todos los callos de la jornada
solo tienen la promesa
que humecta la piel reseca.
-Oh apostata no le digas al desnutrido
Al exánime, al desfallecido
que su mañana será distinto!
Solo cumple la promesa
y que el pueblo que te sigue
despierte en campos de fertilidad
sin desvaríos,
sin grietas donde se escurra
el manantial de la esperanza.
No vuelvas a repetir el mismo tiempo,
porque ese tiempo que se ha ido
es el mismo donde se han caído
todos los sueños, todos los gemidos.