Queda un inmenso espacio vacío:
sillas lejanas, aparte; vasos ociosos
esperando un descanso. Un aparador
ingenuo maltratado por el tiempo, una
luz de manzanas erosionadas por la acción
de los insectos. Queda un infinito recuerdo.
Algo que sucedió, invariablemente repetido.
El eco de su memoria, un río lleno de olvido
y palomas. Y besos. Desvelado, paseo por sus
orillas, nieve pura de los desechos humanos.
Donde hallo fragancias y sonidos, baños conjuntos:
camisetas empapadas de sudor.
Donde hubo veinte años, ahora hay cuarenta.
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