Tus pesos ponen en dos mi alma,
abren mi boca,
y la ponen a pensar.
A palmar, partiendo por ese ombligo,
Centro de tu equilibrio.
Tu pesos convergen en mi peso,
en mi casa,
Y se queman con mi lava.
De si soy o no un cero gris y cerrado
De si soy o no un pecador pesado.
Atrofiado, en desuso,
Y mi ello se lava todos los días la garganta,
por no gritar a la luna,
por no bailar en lagunas.
Y en desdén armado de las tropas,
que aparecen a desnutrir nuestras ilusiones.