Reconozco que mi navegar por la vida acabó con la credulidad que antes me daba la gente con apariencia.
Ahora, la apariencia me da pena.
El ejercicio de vivir desdibuja mucho la figura,
por eso las apariencias solo valen para el paseillo y no para la faena.
Para que lo voy a negar, a mi también me gustó aparentar lo que no era,
pero poco a poco la vida fue poniendo pundonor en mis neuronas,
y eso hace que aunque la edad encorve mi figura el pundonor mantenga erguido mi sentir.
Y el sentir no se aparenta.
Soy lo que siento y digo y...,
también soy lo que por no fingir,
no siempre digo.
Entre la cordura y la locura, ahí estoy...
(a Dios gracias).