Todo empezó con un mal beso,
Con una mirada, con dos vasos.
Todo empezó sin previo aviso,
Sin apenas entrada, sin pedir permiso.
Empezamos a pedirnos perdón,
por no habernos pedido un respiro,
y empezamos a sacar el aguijón,
Sin apenas escuchar el zumbido.
Entonces empecé a quedarme sordo,
Harto de sollozos y gritos.
Y empecé a comprender la soledad del monstruo,
Que llorando asusta sin ser comprendido.
Empezaste a pensarme bebiendo otros besos,
Y empezaste a ver visos de lo que no estaba haciendo,
Mientras yo acariciaba otros vasos,
y besaba a frías rubias que vendían su amor por un euro.
Y empezaron los adioses, los \"dónde estás\", los \"voy luego\",
El malestar tras malas poses, la verdad y los \"no puedo\".
Y empezaron las limpiezas de aquel fondo de trastero,
con el consumo inevitable de lo que un día pudo ser fuego.