Mi boca conserva el triste sabor
de aquellas gotas de sudor
que corrían por el canal
de tu espalda
una noche de locura y pasión
que decidiste meterte a mi lecho
mientras soñaba despierto.
No sé si lo viví
no sé si lo soñé
pero mi memoria marca
esa noche como la que
en un arrebato
de inconsciencia y desenfreno
escribí con tinta indeleble
sobre tu piel un verso con vida
que te recorre a su antojo
y que presumes llevar
unido por siempre a tu carne.
El tiempo tanto da como quita
y tal vez ni él mismo
logre borrar mi verso
mientras atavie tus poros;
pero seguro estoy
aunque esté soñando
de que no titubeará
en consumir tu cuerpo junto a él
para engullirlos a ambos en un delicioso sorbo de muerte.