Camino en una noche sosegada
con los sesos y el pecho prisioneros
por el recuerdo azul de tu mirada
que el cielo va bordando de luceros.
Luceros que atraviesan mi morada
como eco que recorre los senderos,
llevando en su luz muda y desolada
la sombra de tus ojos hechiceros;
que salpican de índigo a la luna;
marchitando los hilos de la aurora
y mi llanto de añil anochecer.
Gotas que trazan en la suave duna;
el deseo inmortal de quien te adora;
el gran anhelo de volverte a ver.